En una tarde fría y lluviosa en Hong Kong esta semana, decenas de pacientes yacían en camillas frente a la sala de emergencias de un hospital público en Kowloon.
Un visitante de unos cincuenta años llega con la esperanza de traer algo de comida para su hijo con problemas mentales, que se encuentra entre los que languidecen en el área improvisada al aire libre.
«Tiene fiebre. El personal del hospital no se atreve a darle de comer porque tiene un trastorno del habla. Estoy preocupado. Aunque estés bien, te enfermas en esas condiciones”, dice a Efe.
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